2013-11-30

LA SIERRA DE ARALAR



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Es un paraje natural de una belleza mágica y espiritual.  
Una acuarela sobre él nos servirá hoy de pretexto para hablar del comportamiento del papel y las aguadas. En un grupo de tres entradas dedicado a la fractalidad de la acuarela y algunos detalles colaterales, ésta de hoy es la segunda. Mañana más.







Sierra de Aralar, Navarra.

Acuarela sobre papel. Las primeras nieves del otoño. Reservas extendidas enmascarando el substrato y manifestando la veta del papel, amplias pinceladas en seco sobre seco y trazos de pluma y arañazos.
Se utilizaron, pues, diversos recursos para ampliar la respuesta del papel dando protagonismo al juego de texturas y a la gama de colores.


Detalles del anterior  x5.


















Los fragmentos aumentados aproximadamente cinco veces muestran con fidelidad el juego de las aguadas y el papel. A esta escala se mantiene una cierta coherencia o parecido, ayer hablábamos de fractalidad, entre el cuadro completo y el fragmento. 


Detalles del anterior  x15.















Éste resultado desaparece al aumentar la escala ya que se produce entonces un efecto de poligonación. Trazos y textura ceden su lugar al simple juego de manchas de color. Se aprecia con claridad cómo las aguadas o manchas “trasparentan” el papel del substrato. Este es efecto propio de la acuarela. A su primo el Gouache se le incorporan en su formulación rellenos opacos que producen el efecto de cubrir o tapar el papel o pinceladas anteriores. Si lo diluimos con demasiada agua al secar resulta poco atractivo. En la acuarela se superponen las aguadas y colaboran en fundidos, lavados y cortes, quedan todas como testigos de cómo se pintó. La reserva del papel bien al aire o con fluido es entonces el único recurso válido o "legal" para conseguir un verdadero blanco. 

Me apresuro a decir que en este mundo de la acuarela, también en otros mundos, las normas están para saltárselas y experimentar todos los recursos. Bienvenido sea quién para conseguir un blanco utilice fluido de enmascarar (o cera blanca, cinta de carrocero, o lo que se le ocurra) invente raspar en seco con una cuchilla o quién haga su trampa utilizando blanco de titanio (opaco) o Tipp-Ex para algún retoque. 

Si ampliamos algo más estaremos en la escala del grano del papel. En este aumento aparecen los puntos blancos (las fulguraciones tan queridas por los calígrafos orientales). Son pocillos, concavidades de la textura del papel en las que no entró la aguada y, al secar, dejó el borde ligeramente más oscuro y el centro blanco ya que no entró la tinta en él al quedar atrapada en el cráter una pequeña burbuja de aire. Esos puntos de blanco puro del papel prestan su peculiar luminosidad a la acuarela.

Comentario separado merece el efecto de los arañazos realizados a intento con un objeto punzante o afilado, o con la propia plumilla marcando los trazos con intensidad.

Esas marcas al romper superficialmente el apresto o sellado exterior del papel permiten que la tinta penetre en el interior del mismo y aparezcan “rayas peludas” al impregnarse localmente con las tintas el "fieltro" de fibras del papel. Hay que advertir que se trata de efectos que varían mucho según el tipo y calidad del papel. 

Mañana veremos cómo el recurso del collage permite condicionar profundamente el territorio de la superficie del papel y sus resultados.


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