Sobre la soprano Marjorie Lawrence y otras historias...
Dibujo a pluma estilográfica, coloreado con ordenador.
./... Empiezo recordando mi espacio, en el dormitorio de
mis padres en Granada.
Me llama la atención una bola de espejo que cuelga del techo y refleja
todo: hay un sofá amarillo, unas butaquitas tapizadas en una tela verde con
dibujitos blancos repetidos, la mesa de camilla, una vitrina con varios santos,
grandes y pequeños, rodeados por un jardín de flores de tela de colores
chillones, una Santa Úrsula, con la mirada perdida..., en el centro, la cama de
matrimonio con volutas y perinolas, anagrama de plata con las
letras “AG” entrelazadas y las mesitas de noche de dos pisos. En la esquina
derecha estoy yo, junto al balcón, en mi
cuna.
Oí contar en casa que en una visita a Granada del rey Alfonso XIII, lo
alojaron en el Centro Artístico, y que trasladaron esa cama para que durmiese su majestad en ella por ser la mejor que había en toda Granada.
Lo del anagrama de plata reluciente incrustado en un cabuchón de madera
rodeado de volutas, no es, en mi memoria, más que un brillante revoltijo de curvas
entrelazadas. Su majestad, si es cierta la historia, no creo que se diese cuenta,
antes de caer rendido, supongo, después de los avatares de la visita a la
plaza, de que no eran sus iniciales las que coronaban el lecho, prestado por el
insigne soltero, desconocido para él: Ángel González Alba, hermano de mi tatarabuela. Ya que pudo,
perfectamente, dado lo enrevesado de la caligrafía, confundir la B de Borbón
con la G de González.
Pero es casualidad, por la que, desde hace más de cuarenta años, me
encuentro esas iniciales todos los días, en toallas, manteles y cosas así.
Pues, pasado el tiempo, me casé enamoradísimo, con la señorita Mª Mercedes G.
R., hoy mi mujer.
Hay mucha luz, la calle del Águila es muy estrecha, la fachada de la
casa de enfrente refleja la luz del sol, que se cuela hasta el fondo del
dormitorio. Huele a primavera, oigo el bullicio de la gente, gitanas que pasan
por la mañana, pregonando, a gritos: “higos chumbos”, y por la tarde, al
barquillero con su estribillo “al rico parisién...” ./...
./... Desde muy pequeño tuve un osito. Mediano, tirando a grande, mi madre
lo llamaba Teddy. Era de color camello y tenía el pelo corto encrespado. Estaba
bien cosido, tenía los ojos de cristal color miel con anchas pupilas negras,
enganchados por detrás con un ojete metálico y no se podían arrancar. Los
brazos y piernas eran del mismo color y
las palmas de la mano y las plantas de los pies eran de fieltro rosa.
Estaba siempre en mi cuna de Granada, nunca viajaba a Sevilla. Me hacía mucha
compañía y por la noche, cuando se oían ruidos de gatos, del viento o la
lluvia, o crujidos en el piso de arriba, o el pito del sereno, me tranquilizaba
mucho. En Sevilla, como estábamos en el campo, los ruidos de la noche eran muy
distintos: grillos, mirlos, mochuelos y lejanos sisones, no me asustaban y me
gustaba escucharlos, quizás dormía menos, pero estaba entretenido.
Hurgándole en la cara le descompuse las puntadas del hocico y
quedó desfigurado, pero mi madre me lo
arregló. Nos reímos mucho con la reparación porque me hizo pruebas, ensayando
varios gestos, con las tres puntadas que formaban el hocico, contento, triste,
con bigote..., por fin nos decidimos por el hocico original, lo recosió muy
bien y nunca se volvió a deshacer.
Estaba lleno de virutas de madera, que se veían un poco en la planta de
la pata derecha que tenía un agujerito de polilla.
El origen del osito Teddy
(Teddy, diminutivo de Theodore)
se remonta a 1903, cuando
Theodore Roosevelt,
republicano, vigésimo sexto presidente de los EE.UU.
Con 42 años fue el más joven en acceder a la presidencia.
Tras el asesinato de McKinley.
Hombre
polifacético y de mucho carácter.
Luchó
contra España en la guerra de Cuba,
al mando de los Rough Riders.
Sufrió la pérdida de su esposa y de su madre el mismo día.
Se negó a matar a un oso negro pequeño,
que le habían soltado, para hacerle una foto preparada.
Salieron caricaturas en los periódicos y,
a alguien, se le ocurrió hacer un peluche con forma de osito.
El puré me lo dan en un plato de loza de la Cartuja. Con una cenefa
y dibujos chinescos en color azul. No me gusta, estoy harto del mismo cuento:
Que el chinito en la barca va a venir a comerse mi puré y que la cigüeña (está
claro que es un garza, no una cigüeña) también viene, y no sé que historias...
Todo para que me tome ese engrudo, de sospechosísimo sabor, dulce y salado,
hasta la última cucharada.
Odio aquellas historias, me
perseguían, porque, tanto si estábamos en Granada, o en Sevilla, siempre me
daban el puré en un plato del mismo chinito. Prefiero no saber que sesos,
criadillas o huevas tendrían aquellos purés... ./...
./... La abuelita Ángela había muerto el once de diciembre de 1941
Mi padre estaba destinado en Sevilla, pero mi madre hacía compañía a mi
abuelo, ya viudo y muy envejecido, en su casa de Granada, así que siempre
andábamos de trajín, yendo y viniendo entre los dos sitios.
Los primeros años se alojaron en la “Casa Bonita” del Barrio de Santa
Cruz, luego, hacia el 47 fuimos a Tablada, donde estuvimos hasta el 58.
De esa Casa Bonita, de ese Barrio, sólo recuerdo, siendo muy pequeño,
plazas y jardines, aromas penetrantes de flores, aprendiendo a andar, entre
bancos con azulejos, muy grandes y altos.
Luego algo más crecido, recuerdo el barrio por los largos y hermosos
paseos con mi padre, por los entresijos de Sevilla y por pasar algunas tardes, sentados ante un kiosco, en los
jardines de Murillo. Él tomaba una jarra de cerveza y me compraba ochos de tres agujeros y garbanzos tostados.
Los recuerdos con la tata Antonia aparecen en las temporadas que
pasábamos en Sevilla. La recuerdo, toda almidonada, crujiente, siempre vestida
de blanco. Era rubia y muy guapa, olía siempre a un aroma propio intenso y
dulzón. Conmigo en brazos, coqueteaba con los soldados. Les llamaba paisas
(paisanos), paisa por aquí, paisa por allí..., entrábamos en la Base, cuando
ella quería. Que no podéis pasar..., le decía el centinela. Venga, paisa, que
soy la criada del teniente coronel...
Pasábamos todos juntos la Navidad y el verano en Tablada.
Para el 21 de diciembre se organizaba la matanza. Cuando era muy pequeño
me quitaban de en medio para evitarme la truculencia del evento, luego algo
mayor, no llegué a coincidir ningún año con aquel trajín porque tenía clase en
Granada hasta el día 21.
Portada de ABC de Sevilla, 5 enero 1948. (1)
El cinco de enero de 1948 estoy en Tablada, en brazos de la tita María
Beltrán, mis hermanas han ido con mis padres a ver la cabalgata de Reyes a
Sevilla, a mi no me han llevado por ser demasiado pequeño. Me entretiene con el
ABC, en la portada hay una foto de la
soprano australiana Marjory Lawrence, yo le señalo el pecho y sentencio:
—Teta—, se persigna escandalizada, luego,
cuando vienen los de la cabalgata se lo cuenta a todos con grandes aspavientos.
No entendí el alboroto que formó. Simplemente hice un comentario sobre lo que
me pareció más digno de señalar. ./...
(De "Paquito de 0 a 13". Francisco Andeyro, 2008)
(1) Marjory Lawrence. Gran irterprete de Wagner, tuvo que abandonar su carrera por sufrir la polio. La intervención en Londres que refiere el ABC fue una de las últimas, tenía por entonces que utilizar un apoyo para permanecer de pie durante sus actuaciones.
(1) Marjory Lawrence. Gran irterprete de Wagner, tuvo que abandonar su carrera por sufrir la polio. La intervención en Londres que refiere el ABC fue una de las últimas, tenía por entonces que utilizar un apoyo para permanecer de pie durante sus actuaciones.
Tras retirarse escribió su biografía : "Melodía interrumpida" que fue llevada al cine en 1955, protagonizada por Eleanor Parker, que recibió una nominación al Oscar por su interpretación, y Glenn Ford.
No hay comentarios :
Publicar un comentario