"Hágase la luz". Y la luz se hizo.
Acuarela sobre papel.
El texto que reproduzco a continuación sobre el primer día de la Creación aparece en el tomo segundo de mis memorias:
El texto que reproduzco a continuación sobre el primer día de la Creación aparece en el tomo segundo de mis memorias:
( 2º Tomo "Paquito de trece a veintiséis")
(Para ver una selección de las ilustraciones del primer Tomo haga clic en el enlace superior)
... Cuando Dios se propuso crear el mundo levantó el dedo índice señalando la
nada oscura, vacía, silenciosa y fría; y provocó un fogonazo inconmensurable.
Un millón de batallas todas juntas. Billones de Fallas de Valencia. Muchos
Chernobiles. El bombazo primigenio.
Todavía hoy, los sabios hablan de la Gran Explosión que originó el
universo. Un chispazo de una energía de cuatrillones de megavatios.
Él mismo, aun siendo Dios, debió llevarse un susto atroz. ¡Para quemarse
las pestañas y caerse de espaldas! Otros piensan que pudo fallecer en el
intento, yo creo que los intrépidos tienen buena suerte.
Los experimentos, son peligrosos. Producen, casi siempre, efectos
colaterales indeseados, incluso cuando los que experimentan se creen dioses.
Por aquel entonces Dios no disfrutaba de la leal oposición, no estaba
implementada.
Dios eterno, todopoderoso y sapientísimo era un dictador, no había sido
elegido democráticamente, tenía que ir a su bola, así que no podía disfrutar de
las ventajas de la democracia, a nadie podía echarle la culpa, nadie pudo
ponerle sobre la pista:
“Vaya la que has liado, ¿ahora que vamos a hacer?
Te has cargado el presupuesto. Has estropeado La Nada
para siempre. Has cometido un delito ecológico mortal. Te vamos a poner un
pleito que te vas a enterar…”
La Creación fue la madre de todas las infracciones urbanísticas. La Nada,
espacio protegido, hábitat vacío deshabitado, inconmensurable; devastada por un
atentado ecológico ilegal, sin estudio de impacto ambiental, sin alternativas,
sin licencia, sin planeamiento…, una barbaridad ¡Sin plan de tratamiento de
residuos! ¡Sin cumplir el código técnico!
Repuesto del susto inmediatamente, Dios se dio cuenta de que había creado
un disparate incontrolable, y como Dios que era, comprendió que tenía que hacer
algo. Aquella nube de luz cegadora, fuego abrasador, ruido atronador, iba, a
toda mecha, devorando la oscura y fría paz de La Nada.
Tuvo que inventarse algo, deprisa y corriendo, para atajar aquel tremendo
impacto sobre La Nada.
Tras las primeras fluctuaciones cuánticas (vacilaciones divinas), inventó
“El Tiempo”, la sucesión de los segundos, las horas, los días, los milenios, lo
que separa unas cosas de otras, que desde entonces, ya no ocurren todas juntas.
Las cosas suceden, pasan, pasan, y pasan...
Su orgullo divino le impedía rectificar. Rectificar es de sabios, pero los
dioses no rectifican (ni los grandes, ni los pequeños...)
Así que, a lo hecho pecho,
no rectificó para volver a empezar. Nadie se habría enterado, por aquél
entonces sólo existía Él. No tenía que pasar por el Pleno, pero no gritó
¡corten! Levantando otra vez el dedo para volver a empezar. Decidió, sobre la
marcha, inventar el tiempo. Un invento útil para ordenar las cosas, pero
relativamente rígido y testarudo. Un tiempo intransigente, un tiempo
irreversible.
A partir de ese momento se
puso en marcha, definitivamente, La Creación, el Plan de Dios, el Plan General
Universal. .../...
Entonces, habría sido fácil inventar un tiempo de ida y vuelta:
A las ocho de la mañana te despides de tus peques,
¡adiós papá! Besas a tu mujer y te
montas en el coche, vas camino de La Coruña. Una hora después, miras al
asiento de atrás: ¡ahí va!, olvidé los donuts, tocas la palanca de la marcha
atrás en el tiempo y vuelves a casa, no tienes que conducir mirando para atrás,
la vuelta es automática, vas como en una película al revés, vuelven a ser la
ocho, estás saliendo de tu casa, ¡adiós papá! Besas a tu mujer, coges
los donuts y otra vez a La Coruña. Además se te ha olvidado el retorno, miras
al asiento de atrás y compruebas que llevas los donuts, todo normal, nada
recuerdas, sigues tu viaje sin agobios.
Bueno, bien mirado, quizás el tiempo, que inventó Dios, sin marcha atrás,
tenga sus ventajas.
Tu mujer pudo haberlo pensado mejor y volver con su amigo
del bachillerato y, cuando fueras a por los donuts estarían desayunando en tu
casa los hijos de él.
Un concejal, de cuyo nombre no quiero acordarme, me dijo un día: “No me
gusta dar marcha atrás, yo nunca doy marcha atrás”.
Con el tiempo recién inventado, dijo Dios con voz alta y grave: “Una cosa
tras otra”, y todo empezó a controlarse.
Detalle del anterior 01.
Detalle 02.
Detalle 03.
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